LOS GATOS DE ESTAMBUL
Antonio Tapia Gómez
Editorial Alianza Grupo Género
Granada, 2015
Primera novela de Antonio
Tapia (Granada 1955), escritor vocacional y médico especialista en su ciudad.
No es mal punto de partida la medicina para escribir. Son muchos los médicos
que se han volcado con acierto en la literatura: Anton Chejov, Pío Baroja, Maimónides,
Arthur Conan Doyle, Friedrick Schiller, John Keats, Mijail Bulgakov, François
Rabelais, Ibn al Jatíb o Michael Crichton, entre muchos más. No en vano el buen
médico no sólo cura el cuerpo, también ha de diagnosticar el alma humana. De
ahí a elaborar con solvencia retratos psicológicos de gran calado sólo hay un
paso.
No es ésta una narración convencional,
plagada de tópicos y personajes planos, para consumo rápido. Sin renunciar a la
intriga clásica (como denota la primera persona introspectiva en que está
narrada), resulta lo suficientemente original como para aportar algo nuevo al
género negro, un cierto verismo despiadado propio de estos tiempos, de la crisis
que no cesa.
Su protagonista, Albert
Moliner, abogado mallorquín, viaja al Norte de África durante la Primavera
árabe para cerrar turbios negocios. Es un simple
testaferro de un empresario sin escrúpulos quien, detenido por corrupción, no
dudará en entregar a su confidente a los militares egipcios con tal de
protegerse. Para sortear el cepo hacia el que se le empuja, Moliner ha de
apoyarse en dos mujeres aparentemente fatales. Una enigmática egipcia copta y
una diplomática española que fue su antigua amante.
De ritmo trepidante pero al
tiempo gran hondura psicológica, “Los gatos de Estambul” presenta como
principal baza a un protagonista central muy bien trazado, que evoluciona a
golpe de acontecimientos. No es ni un detective privado ni un espía, pero sí
alguien abocado, como éstos, a caminar en la cuerda floja. Atrapado en la
cloaca de los negocios y la política, para escapar ha de comprender no tanto
las complicadas circunstancias externas que le atenazan como su propia vacuidad
interior.
Como en la vida misma, esta trama
psicológica se va entreverando con otra externa, plagada de trampas e
intenciones dudosas, en medio de escenarios perfectamente descritos, lo mismo
sublimes que sórdidos. Por momentos, la novela de Antonio Tapia se convierte en
pantalla de cine que nos sumerge de súbito en la Ciudad de los Muertos, el más
nauseabundo suburbio de El Cairo; para, a renglón seguido, colocarnos frente a
la grandeza de una noche estrellada junto a las pirámides de Ghiza.
En resumen, esta novela circula trepidante, como carro tirado por dos caballos. El primero, el de los
acontecimientos, arrastra al protagonista trastabillado de un pie hacia un
final incierto; el segundo, que agita sus interioridades, lo conduce, de forma
más evanescente, a conocerse a sí mismo y escapar con alguna invisible cicatriz
en el alma, pero hablándole sin pudor a los gatos de Estambul. No porque esté
loco, sino porque se siente al fin libre.
El autor, con su obra. |
1 comentario:
Francamente bueno ...
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