viernes, 8 de agosto de 2014

Así pudo nacer la música (*)


Nos situamos hace unos 65.000 mil años, en una inhóspita región de Asia Central, al este del Mar Caspio. Un clan de homo sapiens se refugia en una cueva de las inclemencias del tiempo y de las fieras. Es plena noche y duermen profundamente. Ha sido un día duro pero afortunado y han cazado a dos ciervos desprevenidos que bajaban a beber agua. Han vuelto a la cueva y han armado una gran fiesta, han comido hasta hartarse y después, los más felices, han bailado. Todos han dado gracias a los dioses y se han ido a dormir agotados. 
Entre ellos están Loch y Path, los dos jóvenes guerreros protagonistas de esta historia. Como todos los demás, excepto el centinela, duermen a pierna suelta. Han comido más que nadie, casi se han liquidado entre ambos una pierna de ciervo. Hasta la médula del hueso se ha zampado Loch porque es su comida favorita. Para extraer el delicioso tuétano ha debido partir un hueso por la mitad. El hueso tiene un agujero porque en él impactó una lanza. Los huesos de la comilona reposan junto a la cabeza de Loch, que, junto a su amigo Path, está a punto de convertirse en el inventor de la música. 
Para que se produzca el prodigio es preciso que Loch ronque con la suficiente energía como para que sus rebuznos hagan sonar la flauta, cosa que no tarda mucho en pasar. Durante un rato, nadie, ni siquiera el centinela, que está demasiado alejado, puede escuchar las primeras notas musicales de la historia. Finalmente, Path termina por despertarse y contempla atónito el milagro, tanto que coge el hueso con pasión de niño. Y con la misma pasión arroja el hueso al suelo al darse cuenta de que el juego ha terminado. Pero Path no es estúpido y, sobre todo, es muy obstinado. Examina el hueso y lo coloca en el suelo en la misma posición, pero no logra nada. Sin embargo, parece haber comprendido  la relación entre los ronquidos y el hueso. Así, tras no pocas probaturas y exhaustivos exámenes visuales, termina por embocar la flauta de hueso y soplar con entusiasmo. Obtiene un primer sonido estridente que ya le parece un triunfo. Sin embargo, sigue probando hasta que, causalmente, coloca un dedo sobre el agujero del hueso. También por casualidad lo retira, notando, satisfecho, un cambio. Y así pasa un rato delicioso, probando una y otra vez. De vez en cuando, ríe como un niño. 
En lo mejor de su fiesta, no se da cuenta de que ha despertado a la mayoría del clan. Sus congéneres están muy lejos de apreciar su arte en ciernes; desean, más bien, seguir descansando sin interrupciones. Así que, en perfecta sincronía, apedrean al músico troglodita hasta derribarlo, notas de percusión que ponen fin al que pudo ser y no fue, el primer concierto de la historia. La humanidad no estaba preparada todavía.



(*) El verdadero título es Así pudo nacer la música pero no lo hizo. Excusen, pero es que si lo pongo largo luego no sale en el facebook bien.

4 comentarios:

Javier Carrasco dijo...

Una historia muy divertida y tal vez muy cierta, para los orígenes de la música en general y de la flauta en particular. Creo que los pedos nocturnos también debieron inspirar lo suyo a estos hombres y mujeres primitivos en la creación de sus toscos instrumentos musicales. Y es que, amigo Jesús, la música la llevamos dentro,y desde los albores de los tiempos.


Un abrazo :D

Jesús Cano Henares dijo...

Bien dicho, pardiez, sobre todo lo de los pedos. Abogo por el culo como instrumento, si bien no a la altura de la voz, sino mucho más abajo.
Otro abrazo.

Mark de Zabaleta dijo...

Realmente una manera muy particular de interpretar la música de viento....

Saludos

Jesús Cano Henares dijo...

Encantado, Mark, gracias por seguir mi blog.

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