viernes, 31 de octubre de 2014

Supersticiones coreanas.


Hoy, noche de los difuntos, viene al caso hablar de supersticiones. Pues eso es al cabo esta celebración: una mera superstición que, por otro lado, debe ser de las más antiguas que se celebren. 
Pero, en vez de hablar de las supercherías de aquí, voy a referirme a las de Corea, intentando compararlas en lo posible con las de occidente.
El número 13 es el de la mala suerte aquí; pues en Corea es el 4. Como aquí, no tiene la menor importancia, aunque no se corren riesgos si aparece el fatídico 4 de por medio. No hace tanto, en edificios de plantas se evitaba directamente nombrar un cuarto piso; después, se optó por sustituir el número 4 por una F de 'four' para espantar el mal fario, con f.

Donde debería decir '4', dice '3'.
Otra superstición está relacionada, cómo no, con la comida, con el "pan" de oriente, el arroz. Nadie, aún hoy, deja jamás sus palillos ni su cuchara pinchados en el arroz. La superstición establece que si el comensal pierde el contacto con su cubierto puede morir. Vamos, algo así como lo del gato negro, sin mayor trascendencia y a saber el auténtico motivo. Parece una superstición muy antigua, relacionada con el instinto de supervivencia, no tanto del de los coreanos de ahora como de sus lejanos ancestros. Resulta lógica una conexión con el chamanismo coreano, religión animista. En otro artículo prometo tratar de este interesante tema. 

Un templo animista.
Retomando el hilo, hablemos no de mala sino de buena suerte. Es relativamente conocido que en oriente el cerdo es un animal que representa la prosperidad y es símbolo de supervivencia, nada que ver con la imagen que de estos animales tenemos a este otro lado. Si sueñas con un cerdo, echa a la lotería como mínimo. Sin embargo, en cada país interpretan a su manera esta "creencia". Por ejemplo, a los niños (incluso adolescentes) que están gorditos se les llama doaeji, es decir, cerditos. Así como si tal cosa, una mujer le dice a otra: "Su hijo está hecho todo un cerdito, seguro que de mayor ganará mucho dinero"; pues bien, la madre no podrá hacer otra cosa que agradecérselo.


Otra de estas bobadas tiene que ver con los zapatos. En Corea si te regalan zapatos, mala suerte, sobre todo si lo hace tu pareja. Algo así como lo de que si un espejo se rompe te caen siete años de mal rollo. Sin embargo, eso de regalar zapatos puede resultar verdaderamente útil si de lo que se trata es de romper una relación: el amante más cabreado le regala unos zapatos al otro para avisarle de que vaya poniéndose los zapatos y cogiendo la puerta. 
Antes hemos hablado del chamanismo, como origen de muchas de estas cuestiones. Pero no es la única religión que la ha fomentado. El budismo, muy extendido en Corea, también ha traído supersticiones como la de que si se tienen orejas grandes se vive más y con mayor felicidad. Aquí sí encontramos una explicación clara: véanse las imágenes de Buda, con grandes orejas siempre, y se comprenderá. Esto se podría relacionar sin problema con los cerdos, a los que no les faltan las orejas precisamente. 

Como se puede apreciar, no tiene orejas.

jueves, 30 de octubre de 2014

El pequeño asesino




Estaba el inspector quejándose porque su trabajo se hacía cada vez más imposible. Aquel sospechoso era lo más raro, lo último que le quedaba por ver. Pequeño, pero extremadamente fuerte había sido capaz de estrangular a un hombre de noventa kilos de peso y cerca de de dos metros de altura. La verdad es que el pobre tipo no podía moverse de cintura para abajo, pero, contemplando las fotos del crimen, no podía evitar sentir repugnancia, incluso al tocar el papel, lo que le dejaba perplejo pues creía narcotizada tal sensación tras sus muchos años en la policía. Lo más desagradable era sentir en la garganta un nudo agrio que le devolvía un eco primitivo de culpa, como el bocado de Adán. Daba la sensación de que aquel oscuro criminal hubiese iluminado en su interior un túnel oscuro que le remitía a una edad primitiva.
El inspector, cada vez más nervioso, comprendió que era imposible sacara nada de aquel ser aullador cuya sola respuesta para todo era exhibir unos tremendos caninos, así que llamó a su ayudante para ordenarle que aislasen al chimpancé asesino que dos meses antes había sido asignado a la residencia de minusválidos "Verde luz" dentro del programa piloto "animal-ayudante de compañía". 




martes, 14 de octubre de 2014

¿Por qué dos Coreas?




Cuando se pregunta a un occidental qué sabe sobre Corea suele referirse, con algunas excepciones, al conflicto que aún, después de más de 60 años, enfrenta a Corea del Sur y Corea del Norte. Se hace eco así el español (o europeo) común de las noticias más impactantes que sobre aquellos dos países  llegamos a conocer, los esporádicos roces fronterizos, las amenazas del norte de empelar su poder nuclear incluso contra Estados Unidos, etcétera. En suma, la visión que se tiene en Occidente es sólo una parte de la historia reciente de estos dos países que, en realidad, si lo pensamos bien son sólo uno, por más que se hallen divididos.
Son sólo uno porque así lo sigue creyendo la inmensa mayoría de los coreanos de uno y otro lado de la frontera. En realidad, si un coreano habla de su nación, sea del norte o del sur, siempre habla de Corea en singular. En mi visita a Corea pude comprobar como en el sur se ven mapas e incluso banderas en sitios públicos donde no figura la frontera. Es lógico pensar así, porque la reunificación seria no sólo una salida honrosa para ese país sino también una válvula de escape en la geopolítica mundial. Para entender lo primero buscaré un paralelismo que puede parecer arriesgado, como todas las comparaciones, pero que considero válido.

Nótese la coincidente longitud entre España y Corea a uno y otro extremo de Euroasia.
¿Qué pasaría si algo similar sucediese en España y  de repente, el país quedara dividido en dos por ese mismo paralelo 38 que también atraviesa la península ibérica? Una división sería terrible y desgarrador para el país. Prácticamente todos los españoles tendríamos familia a uno y otro lado. Eso es exactamente lo que sucede en Corea. En cuanto a lo segundo, la distensión estaría asegurada en Asia Nororiental, y por ende en el Mundo, con la reunificación. Por desgracia, tal pretensión no depende sólo de los coreanos; debería ser antes sancionada por los invasores. Estas potencias internacionales implicadas son sobre todo China y Estados Unidos, principales valedores del Norte y el Sur respectivamente, y Rusia y Japón como actores secundarios con intereses en uno y otro país. Pero esa solución, que tan fácilmente podría alcanzarse con verdadera voluntad política, no es posible. Para entender por qué hay que remontarse al principio, a las raíces de este problema.
La actual etnia coreana puebla la península desde hace miles de años cuando, se supone, este pueblo llegó desde algún lugar de Asia, previsiblemente el este de Siberia. Sin embargo, hasta aproximadamente el siglo IX de esta era no fraguó un reino coreano unido. En los mil años siguientes Corea ha luchado a duras penas por su unidad, con periodos intermedios de invasiones chinas, japonesas y manchúes; pero nunca había sufrido una partición como la actual.
Ésta se produjo no por causa internas sino por la injerencia internacional al final de la Segunda Guerra Mundial y es consecuencia directa de la invasión japonesa sufrida por este país entre 1910 y 1945. Tras derrocar a la dinastía reinante, el Japón imperialista convirtió Corea en un gran campo de prisioneros. Todo el país trabajaba para surtir a los nipones de esclavos, alimentos y materias primas. Los coreanos sufrieron lo indecible en ese brutal periodo: además de hambre y carencia absoluta de derechos, se perpetraron sobre ellos actos palmarios de genocidio, experimentos con nuevas armas, secuestros de niños y otras atrocidades todavía no reconocidas por Japón. 

Soldados japoneses durante su atroz ocupación de Asia.
Pese a ello, la población no dejó de hostigar a los japoneses durante toda la ocupación. Grupos secretos, atentados y levantamientos sacudieron de tanto en tanto al invasor. A grandes revueltas sucedían terribles represalias que no impidieron que surgiera cada vez con más fuerza una resistencia organizada de tintes socialistas. Pese a ello, el país resistió esperando una salida con el final de la Segunda Guerra Mundial. Lo que no suponían los coreanos es que la derrota japonesa no iba a terminar con su esclavitud, sino derivar en una guerra civil con claras implicaciones internacionales. En efecto, cuando el imperio nipón agonizaba, los rusos por el norte y los norteamericanos por el sur iban a ocupar Corea de común acuerdo, para encontrarse aproximadamente en mitad del país, sobre el paralelo 38.
Era el verdadero principio de la Guerra Fría. Ambas potencias se repartían Corea en el tablero de la Conferencia de Yalta sin tener para nada en cuenta los intereses de los propios coreanos. Así millones de personas se convertían en moneda de cambio válida para establecer un precario equilibrio entre las dos superpotencias que se iban a disputar el mundo en las décadas siguientes.
Como sucedió en Alemania, fruto de esa “entente” el país quedó partido en dos tras el final de la Gran Guerra, con la diferencia de que Corea no había sido un enemigo de los aliados sino sólo un país ocupado. Frente a lo que podría dictar la cordura, en esos momentos deberían haberse organizado negociaciones para zanjar el asunto favor de los coreanos, víctimas de un enemigo derrotado. Pero esa lógica parecía demasiado benevolente para figurar en una agenda política. Por el contrario, las negociaciones para la reunificación no fueron alentadas ni por las potencias invasoras ni por la recién creada ONU. Por el contrario, se permitió el progresivo alejamiento entre las dos partes, propiciada por la enemistad personal y las diferencias ideológicas entre los gobernantes de los protectorados nacidos de la partición: el anticomunista Syngman Rhi en el sur y Kim il-sung en el norte, iniciador de la dinastía de autócratas aún en el poder en el norte. Ambos habían luchado contra los japoneses y podrían haberse puesto perfectamente de acuerdo. En lugar de eso, arrogándose al mismo tiempo del derecho a unificar por la fuerza el país, caminaron decididos hacia la guerra civil.

Dos huérfanos de guerra, junto al cadáver de su madre.
No me quiero detener en la guerra, sólo diré que el norte prendió la mecha, pero que podría haber empezado cualquiera; que desde el primer momento el conflicto se internacionalizó y en él intervinieron los soviéticos, primero, con apoyo logístico y, más tarde ya con tropas, los norteamericanos y los chinos; que la guerra se llevó a más de dos y medio de vidas humanas, la mayoría coreanos; que a Japón, y éste es un dato poco conocido, lo que más le convenía era la partición para no tener un posible enemigo fuerte muy cerca; que, finalmente, la matanza resultó inútil pues se saldó de la peor manera posible: en tablas y llegar a la paz. En efecto, después de más de sesenta años aún no se ha firmado ningún tratado de paz sino sólo un armisticio. Hoy, el sur es un país próspero económicamente pero supeditado militar y políticamente a los intereses norteamericanos. En el norte la situación es mucho peor: dependen en todo de China; no podría ser de otra manera ante el brutal bloqueo económico que padecen, orquestado por Estados Unidos. Esa precaria situación deriva en frecuentes hambrunas de las que nada se nos dice. El interés casi exclusivo de los focos es horadar la imagen de un régimen totalitario, el de la dinastía Kim, totalmente a la conveniencia del imperialismo norteamericano, a quien importa bien poco el sufrimiento de los más de 25 millones de norcoreanos.
Pero, nada o muy poco tuvo que ver la voluntad popular con esta guerra y la partición que le sucedió. Sobre ésta última, las encuestas en el Sur se siguen decantando a favor de la reunificación y no sería de extrañar, a falta de datos, que en el norte se pensara de modo similar. Pero esta inquietud popular no es tenida en cuenta por los responsables políticos, que hacen poco o nada por fomentar el acercamiento mutuo, sino más bien lo contrario. Sólo a finales del pasado siglo y comienzos del presente el presidente de Corea del Sur, el socialdemócrata Kim Dae Jung, y su homólogo del norte, Kim Jong-il, hijo del anterior dictador, mantuvieron un tímido acercamiento que finalmente no fraguó. Apenas se lograron algunos intercambios de personas, tibias inversiones del sur en el norte y la competición unificada en algunos eventos deportivos, como los Juegos Olímpicos. A partir de 2003, la situación no ha hecho más que empeorar. La llegada al poder de gobiernos conservadores en el sur, muy afines a los USA, ha aumentado el alejamiento. Tampoco el relevo de poder en el norte, con el ascenso del joven Kim Jong-un, ha abierto el camino a la distensión.

Kim Jong-un, nuevo líder norcoreano.
Esta situación es nociva para ambos lados. En el sur se ven forzados a aceptar intercambios mercantiles desfavorables, como cuando Estados Unidos impuso la compra de una enorme partida de carne en malas condiciones, que puso en riesgo la seguridad alimentaria de los surcoreanos. Para el norte, la coyuntura es aún peor. De vez en cuando, grandes desastres humanitarios asolan aquel país, ante lo cual la única ayuda enviada procede de asociaciones del sur sostenidas exclusivamente por ciudadanos y empresas que conservan, pese a todo, la esperanza de que algún día Corea recupere su unidad y sea por fin libre.

jueves, 9 de octubre de 2014

Corea y su alfabeto: una curiosa historia







Inicio hoy en este blog una sección dedicada a Corea. Las razones son dos: una que mi esposa es natural de aquel país y eso me ha permitido sumergirme en esa cultura; otra el propio interés personal que, desde siempre, tengo por ese universo aparte que es el Lejano Oriente.
Dicho esto, voy a comenzar hablando de uno de los signos de identidad más genuinos, si no el que más, de la cultura y la lengua coreanas: su alfabeto, o hangul, que, como se vera, esconde una interesante historia. Aprovecho que hoy, 9 de octubre, en Corea del Sur se celebra el Día del Alfabeto Coreano,  aunque en el Norte se conmemore en noviembre (otro día hablaré de la cuestión del norte y del sur, que requiere un artículo aparte). Valga esta efeméride para hablar de un tema de resonancias universales.


El hangul, que así se llama al alfabeto de ese país, fue inventado (y no heredado de otra cultura, como es común) por Sejong el grande, que reinó entre 1414 y 1450. Fue éste quizás el mejor rey que haya gobernado nunca la península coreana. Lo avalan sus grandes avances en todos los campos: política, ciencia, arte, agricultura, medicina,,,. En efecto, este soberano además de grande, era sabio y creó El salón de los Venerables, una especie de alta institución educativa para fortalecer las artes y las ciencias.
Pues bien, el mayor y más original logro del rey Sejong fue crear el mencionado alfabeto. Era perfectamente consciente de la importancia de que los coreanos pudieran entender y utilizar su lengua con un alfabeto a su medida. Al hablar de los coreanos me refiero no sólo a la clase privilegiada, sino sobre todo al pueblo. Para alfabetizar a la población, se hacía necesario crear un alfabeto que se adaptara a las características especificas de la lengua materna. Hasta ese momento, mitad del siglo XV, la lengua coreana se expresaba gráficamente en caracteres chinos. Estos constituyen un conjunto de  miles de ideogramas, eso hablando del corpus básico, que, además, fue pensado para el idioma chino y no para otros periféricos, como el coreano, que lo adaptaron por influencia cultural.  Así, antes de la creación del hangul (alfabeto coreano) la lectura y la escritura con caracteres chinos (hanga) resultaba una tarea farragosa que implicaba años de estudio, con lo que sólo eran cultos los que podían permitírselo.


Pero Sejong quería universalizar la enseñanza, derribar esa barrera que impedía a sus súbditos enviar escritos y pedir audiencias al rey porque no podían aprender a escribir. Como deseaba atender a todos sin excepción, a la manera de un rey ilustrado pero unos trescientos años antes que en Europa, decidió crear ese alfabeto con el que soñaba usando un método científico. Puestos manos a la obra, el rey y sus jóvenes e inquietos asesores se dieron cuenta de que la solución estaba en crear un sistema fonético, similar al latino, al cirílico, al griego, al árabe…. Es decir un alfabeto en que cada letra se correspondiera con un sonido y no con una idea, como el chino. No podemos saber si en esa época se conocían alfabetos como el latino en la lejana península coreana. Nada es descartable. Lo cierto es que Sejong el Grande y sus científicos se esforzaron tanto y tan bien que crearon un abecedario modélico, además de muy fácil de escribir, una herramienta lingüística tan bien armada que hoy es considerado por la UNESCO como el mejor sistema de escritura jamás creado. Se le considera el sistema más fácil para luchar contra el analfabetismo y se está aplicando su método para crear alfabetos nuevos, de ahí sus resonancias universales. Nótese que esta maravilla se ideó en una época relativamente lejana en que la ciencia empírica estaba en mantillas en todo el mundo, no digamos la lingüística, que deberá esperar en Occidente hasta el siglo XVIII si no hasta el XIX para desarrollarse.  Desde ese punto de vista se trata de un hito histórico para la ciencia y la cultura.

Edicto real de 1445, por el que se creaba el alfabeto coreano.

Voy a terminar planteando una cuestión periférica pero interesante que tiene que ver con la relación de Corea con la imprenta. A pesar de que se atribuye universalmente este invento a Gutenberg, lo cierto es que los coreanos lo descubrieron casi un siglo antes. No es de extrañar, pues en el Lejano Oriente existía una tradición casi milenaria de impresión con placas y, más tarde, con tipos móviles que, empero, resultaban poco eficientes. El gran mérito de los coreanos fue perfeccionar estas técnicas para que la impresión se realizase con tipos móviles metálicos, mucho más eficaces gracias a una nueva tinta ideada para el caso.

Tipos móviles coreanos, precursores de la imprenta.
Pues, bien, sólo a modo de hipótesis, me pregunto si, como parece, esos primeros impresores no tropezarían con el grave obstáculo de que con la lengua china era precisa una colección de tipos demasiado grande, con cientos de ideogramas sólo para expresar ideas básicas. Si eso fue así, quizás el reto planteado de perfeccionar la imprenta sirviera de acicate para impulsar, a su vez el nacimiento del hangul. En efecto, con un alfabeto fonético, la caja del impresor sería similar a la que creó Gutenberg, reducida a 28 caracteres básicos y completamente capaz de imprimir libros con las más complejas ideas.

Dicho de otra manera: tal vez la dificultad implícita de crear una imprenta de ideogramas, con la que ya tropezaron los chinos, preocupase al rey Sejong. De esta forma, lo que era un obstáculo se convirtió, como tantas veces, en un oportuno acicate para impulsar un logro, aún más trascendental: la creación de un alfabeto que cumpliese “el ferviente deseo” del rey Sejong de “mejorar la vida” de todos sus súbditos. De resultas de lo cual, la albafetización avanzó y sirvió al pueblo coreano para convertirse en uno de los de más alto nivel educativo actualmente.


Alhambra inadvertida: Al borde del Extasis

Sueño, fantasía, visión maravillosa, belleza indescriptible... son algunas de las palabras que pueden pasar por la mente de quien contempla,...